Mitos y creencias erróneas sobre las Prácticas
Para los estudiantes de Magisterio, las Prácticas de Enseñanza representan un periodo cargado de expectativas y envuelto en creencias y mitos que pueden llegar a confundir, y a encubrir, su verdadero significado y valor como elemento curricular. Esta visión errónea del Prácticum de Magisterio provoca que se distorsionen sus verdaderas implicaciones formativas y se llegue a obstaculizar el logro de sus objetivos.
Zeichner (1980) identifica dos mitos asociados al Prácticum de Magisterio que se hacen patentes, año tras año, en las Memorias de Prácticas que los estudiantes redactan para recoger sus experiencias:
- Mito 1: se corresponde con la creencia de que las Prácticas de Enseñanza son el componente esencial de los planes de formación, es decir, para los estudiantes suele representar la experiencia que mejor contribuye a su formación como profesionales de la enseñanza. En este plateamiento se basan los estudiantes que defienden la necesidad de ampliar el tiempo dedicado a las Prácticas, aún a sabiendas de que no todas las experiencias suelen resultar igualmente ricas, beneficiosas o gratificantes.
- Mito 2: las Prácticas de Enseñanza también cuentan con un factor negativo implícito, la asunción de que los modelos socializadores a los que se expone a los estudiantes tienen un carácter marcadamente conservador, en los que se ofrecen ideas y perspectivas tradicionales, dado que suelen ser éstos los modelos predominantes en las aulas.
Por otra parte, existen una serie de creencias que provocan que los estudiantes confundan dos conceptos distintos: la práctica profesional real y las Prácticas de Enseñanza (Vázquez Gómez, 1982; Zabalza, 1989). A modo de metáfora, Feiman-Nemmser y Buchman (1988) identifican estas creencias como barreras que pueden interferir entre las experiencias que los estudiantes desarrollan en los centros y el aprendizaje real que pueden extraer de ellas:
- La familiaridad incuestionada: relacionada con las concepciones previas- resultado de sus años de escolarización- que sobre la enseñanza tienen los estudiantes, y con las éstos acceden a las Prácticas. Se plantea así la necesidad de que los estudiantes conozcan, y reconozcan, el impacto que estas preconcepciones tienen a la hora de valorar las experiencias que viven. Esta creencia obstaculizadora puede superarse propiciando que los estudiantes realicen un análisis de la realidad en la que participan a tres niveles distintos, es decir, "lo que es realmente", "lo que podría ser" y "lo que debería ser".
- Los dos mundos: los estudiantes se encuentran, durante las Prácticas, entre dos ámbitos diferentes: el mundo universitario y el escolar. Cada uno de ellos les exigen cosas distintas, les ofrecen distintas satisfacciones y ayudas; pero, además, les demandan diferentes roles (alumno- profesor en Prácticas) que en ocasiones resultan difíciles de asumir y diferenciar. Igualmente, esta creencia se relaciona con los dos mundos que conforman el pensamiento y la acción profesional. Dos mundos que no pueden ser comparados, ni calibrados, por ser diferentes, pero que deben hacerse compatibles por conformar las dos caras de su formación inicial.
- Los propósitos cruzados: en esta creencia están latentes las exigencias académicas que las Prácticas conllevan. Los profesores que supervisan a los estudiantes en las aulas les "animan" a que, de alguna manera, imiten sus estilos de enseñanza y que continúen sus rutinas, entendiendo que esta estrategia les garantizará el éxito en su experiencia dentro del aula. Ante esta situación los estudiantes se sienten indecisos a la hora de experimentar, diseñar y proponer actuaciones, y les limita a la hora de reflexionar sobre "lo que viven", es decir, detenerse en esos procesos de enseñanza-aprendizaje, únicos y originales, en los que participan.
Tambén Zabalza (1989) se sirve de métáforas para analizar el significado formativo que tienen las Prácticas de Enseñanza y los problemas que se asocian a ellas:
- Las Prácticas como contacto con la vida real. Esta creencia suscita en los estudiantes la imperiosa necesidad de participar y actuar en las clases, a pesar de que no cuentan aún con los recursos necesarios para defenderse en ellas, ni para reflexionar sobre lo que observan y viven. Estas ansias por actuar conducen a experiencias que, por sí solas, no suponen la adquisición del verdadero conocimiento profesional. Mientras estas experiencias carezcan del necesario análisis teórico, que las convierta en verdadero aprendizaje práctico docente, seguirán siendo sólo una anécdota en su formación inicial.
- Las Prácticas como laboratorio de aplicación. Esta metáfora perpetúa la tradicional separación entre la teoría y la práctica, propiciada por la realización de las Prácticas en los últimos años de la carrera. Se condiciona la realización de la formación práctica al desarrollados la mayoría de los contenidos teóricos, lo que imposibilita el establecimiento de los vínculos necesarios entre los dos polos del currículum formativo.
- Las Prácticas como práctica profesional real. Esta creencia se sustenta en la consideración de las Prácticas como objetivo básico de los programas de formación inicial y se relacionan con lo que Zabalza (1989) denomina "fantasía de la realidad" cuando los estudiantes confunden la práctica profesional real con las Prácticas de Enseñanza.
En este análisis de las creencias y concepciones de las Prácticas de Enseñanza se hace evidente que los estudiantes viven una situación conflictiva: tienen que hacer frente a compromisos académicos donde han de representar lo que será su futuro rol profesional, y en unas condiciones excepcionales. Estarán, como futuros profesores en Prácticas, bajo la atenta supervisión de dos tutores ( el profesor universitario y el maestro del centro de Prácticas). Es, sin duda, una situación novedosa, sin embargo, el contexto les resulta francamente familiar y es extremadamente fácil identificarse con él. Lógico, han pasado en la escuela la mayor parte de sus vidas.
Pero las Prácticas de Enseñanza son un espacio diferente al vivido como escolares o al que experimentarán como maestros en ejercicio. Su sentido está asociado a conceptos como formación inicial, reflexión, observación, teoría-práctica, socialización, desarrollo práctico profesional... En un intento de aglutinar el gran número de significados que se han atribuido a este periodo de la formación inicial de los maestros, Nieto (1996) señala la siguiente definición que nos acerca a su sentido y valor formativo:
"Periodo de formación inicial del profesor que transcurre en un medio escolar para aprender vivencialmente la profesión docente, aunando los conocimientos teóricos con la práctica real "(Nieto, 1996:23).